Visitar La Habana y no pasear por el Prado,
sería como visitar París y no ver la Torre Eiffel. En la actualidad, el Paseo
del Prado es un majestuoso boulevard arbolado que se extiende desde la Fuente
de la India y el Parque de la Fraternidad hasta la fortaleza de San Salvador de
la Punta y el Malecón, atravesando las zonas más concurridas de La Habana Vieja
y a tan solo una manzana de la Calle Industria, que marca el límite con Centro
Habana.
Es un lugar que nos recuerda porque la capital
de Cuba no pertenece al mundo real, es un punto y aparte de todo. Eso es el
Paseo del Prado: un sitio donde es fácil perderse y sentirte dentro de una
aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del
momento del día.
Por el Paseo del Prado hay que caminar con la
vista bien alta, siguiendo la estela de edificios, algunos derruidos, otros
desafiantes al paso del tiempo, pero todos con mucha vida detrás.
El bulevar es, sin duda, el más bello de la
ciudad; está todavía ebrio de mármoles y, al igual que su gemelo madrileño,
deambula cerca de los principales museos, como el Nacional de Bellas Artes o el
de la Música y de algunos de los hoteles históricos de la capital como el
Sevilla y el Plaza.
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